La primavera empezó rara. Empezó sin empezar. El calendario
decía que era primavera, pero la realidad era otra. Hacía frío, llovía, estaba
siempre nublado y el viento insistía en alborotar todo. Parecía otoño, muchas
veces, incluso invierno.
Las noticias ofrecían imágenes de granizo y nieve en la
península y aquí el cielo gris marengo, denso como una manta, llegaba a
asustar. El valle se cubría cada mañana de niebla y las plantas no sabían ya
qué hacer. No sabían si brotar, si florecer o si volver a hibernar.
Unos días de abril nos confundieron aún más.
Salió el sol, subieron las temperaturas, cesó un poco el viento y ahí que nos
engañó. En el valle, todos, guardamos la ropa de invierno, limpiamos chimeneas, organizamos la leña
sobrante para el invierno que viene, almacenamos las estufas y los
deshumidificadores, y empezamos a poner en orden terrazas, jardines y huertos. Sacamos
sombrillas y sembramos flores. Los
tractores empezaron a arar campos, llegaron
las golondrinas… pero era sólo una pequeña muestra de lo que debería,
pero no iba a ser. Volvió el viento y trajo nubes y frío y lluvia y oscuridad y
hartazgo. Incluso tristeza. Los pájaros buscaban cobijo y los campos arados se
convertían en barrizales. El invierno está bien en invierno, pero no en
primavera.
El comentario general en la calle o en las tiendas, era
“pero si yo ya había guardado los jerséis y los abrigos…!” Por lo que en la ciudad, la gente vestía de lo
más variopinto: de lino y lana, de sandalia y calcetín, de manga corta y bufanda… Algunas mezclas llegaban a ser maravillosas, la
verdad.
Los momentos en los que de pronto salía el sol eran
absolutamente primaverales, hacía calor, pero duraban poco. Ya estaba al acecho
alguna nube para taparlo y para llover. No se conformaba sólo con taparlo y que
hiciera frío.
Esta primavera, además del suculento “menú degustación de
climatología norteña”, nos ha traído cosas buenas. Nos ha traído un parto en
casa; Maixa, la gatita más mona del mundo, parió cinco preciosos bebés el ocho
de Mayo. Ese día hacía sol. Ella no se
merece menos.
También hemos tenido habas y guisantes, más agua en el pozo,
más verde en el campo, más flores y más ganas de sol que ningún otro año.
Y aquí estoy, escribiendo esto a cuatro de Junio, con sol,
con una temperatura buena y primaveral, con un cielo azul sin rastro de nubes y
con una brisa fina que mueve las hojas altas de los arboles. Los pájaros, por
fin, cantan y vuelan tranquilos. En la mayoría de los nidos se oye el piar de
polluelos, las gaviotas han vuelto al mar y las tórtolas revolotean por los
campos arados de tierra roja.
Ya tengo las primeras
patatas del huerto de “Toni Padre”, los primeros racimos de uva comienzan a
nacer en las parras y se empiezan a ver las primeras diminutas ciruelas. La
higuera ya tiene hojas y está frondosa. El albaricoquero, este año, ha decidido
usar sus fuerzas para pegar un estirón, en vez de dar fruto. Es joven y aún tiene
que crecer. Parece un adolescente en primavera.
El rosal Puriña está rebosante de preciosas rosas color
marfil y la hortensia está feliz y coqueta con todas sus flores, como lo están
los geranios y la lavanda y las adelfas y los acantos. La buganvilla luce como
lo que es, toda una señora y los campos se han llenado de amapolas y flores silvestres
de todos los colores.
Los insectos, de las más diversas especies, van apareciendo.
Algunos andan, otros vuelan, otros andan y vuelan. Algunos son simpáticos y otros, como la cochinilla,
empiezan a hacer de las suyas. La cochinilla y yo no paramos de pelear hasta la
llegada del invierno.
Ya hay moscas,
mosquitos, moscones, abejorros ruidosos y torpes, arañas de todo tipo,
escarabajos, mariposas, lagartijas tornasoladas y veloces, y la familia de
gecos (salamandras) que vive en el porche, ya pasea tranquilamente al caer el
sol. Y el sol! Ya lo vemos amanecer y atardecer, rojo, grande, importante. Todo
un señor.
Ayer comentábamos en casa que quizás esto que nos ha
parecido una primavera rara, sea la auténtica primavera. Llevábamos muchos años
pasando,de un día para otro, del invierno al verano. Antiguamente la primavera era así de
surtida, de ahí que hayan tantos refranes sobre su climatología: “En abril,
aguas mil” “Abril lluvioso y Marzo ventoso, hacen a Mayo florido y hermoso” o
este otro que me encanta, me lo recordó el otro día un camarero mientras
veíamos una preciosa puesta de sol “Cuando Marzo mayea, Mayo marcea”.
Sabio, como siempre, el viejo refranero.
Qué delicia leerte, es un paseo por tu valle y esta primavera rara o inquieta, pero con todos sus componentes, malos y buenos. Bueno el parto de la pequeña y preciosa Maixa, madraza con sus preciosos bebés. Y buenas las aves, las flores. Lo bueno siempre por encima del mal. Y con eso me quedo, como con el aire poético y natural de tu bello escrito. Gracias por tu alegría Susana.
ResponderEliminarFeliz primavera-verano* Un abrazo*
Gracias a ti, Eva. Me alegra que te haya gustado.
ResponderEliminarUn beso y sí, hay que quedarse siempre con lo bueno. Es más gratificante