miércoles, 18 de septiembre de 2013

Radio days

En diciembre de 2012, empecé a colaborar en “Ibiza Family Magazine”. Carlota Centelles y Tita Tur, periodistas y amigas, habían montado esa página, hacía ya algún tiempo, con muchas ganas y muchísimo cariño. Una página enfocada a familias con niños, tanto para residentes en la isla, como para los que vienen a Ibiza de vacaciones.

Una tarde de invierno, mirando qué cosas nuevas habían colgado, se me ocurrió proponerles hacer una sección de música. Música que a los niños les pudiera gustar, pero que no fuera música hecha especialmente para ellos. Siempre me ha dado un poco de grima la llamada “música infantil”.  A los niños les gustan muchísimas cosas y a ciertas edades, esas cancioncitas azucaradas, les pueden llegar a parecer un insulto a su joven inteligencia.

A estas dos chicas entusiastas, les gustó la idea y me dieron rienda suelta.”¡Claro que queremos! Envíanos cosas cuando te parezca bien. Tú, a tu ritmo” contestaron. Y “Tú, a tu ritmo” se quedó como título de mi sección.
  
Lo que empezó siendo una aportación cada tanto, a mi ritmo…, ha acabado siendo una sugerencia semanal, porque ahora tienen, además, un espacio en “Radio Ibiza-Cadena Ser” y finalizan sus recomendaciones semanales con la canción que yo haya propuesto. Cosa que me hace mucha ilusión.

Me hace ilusión porque uno de mis sueños de jovencita era tener un programa de radio. Pasaba tardes enteras grabando cintas de casete, imaginando que mi voz salía por las ondas, poniendo mis canciones favoritas en el tocadiscos y pegando la grabadora a un altavoz para que la música se grabara lo más decentemente posible. Sonrío al recordarlo. Se me pasaban las horas como si fueran segundos, me encantaba. Pero mis sueños radiofónicos se fueron un día al traste. Me di cuenta de que padezco, algo así como, pánico escénico:

Hace mil años trabajé como azafata de tierra, en el aeropuerto de Ibiza, para una compañía aérea inglesa. Una tarde, mis muy peculiares jefas, me dijeron que fuera a megafonía a comunicar un retraso. No era mi trabajo, pero, por lo visto, no les gustaba el acento que tenían los profesionales del tema.  Así que crucé todo el aeropuerto abarrotado de gente hasta llegar al departamento de megafonía.  Con mi juventud e inexperiencia, les pedí que por favor me dejaran dar a mí aquel aviso. Imagino que no les gustaría demasiado eso de que viniera alguien de fuera a hacer su trabajo, pero yo acataba órdenes y me dejaron hacer.
   
Estaba de turno una mujer, muy relajada, que mientras anunciaba lo que tuviera que anunciar, iba haciendo ganchillo como si estuviera en su casa. Frente a ella había una mesa, un micrófono, un aparato con botones y un ventanal amplio mirando a la pista de aterrizaje y a las salinas. Unas vistas preciosas. Me acercó el micrófono y me explicó qué botones presionar al empezar a hablar y al acabar. Y allí me vi, de pié, vestida de azafata, con gorrito y todo, agarrando un papelito con los datos del vuelo, con un micrófono delante y mirando con ojos perdidos a través del ventanal. 
Pronto mi mente traicionera dejó de ver las salinas y se fue al interior del aeropuerto. Mi imaginación me hacía ver nítidamente aquella sala de embarque, que yo acababa de cruzar, tan llena de gente. Gente que estaría atenta a las palabras que yo  iba a pronunciar. Gente que escucharía mi voz. ¡Mi voz!... Apreté el botón con el dedo tembloroso y me quedé paralizada. La tráquea se cerró como si tuviera una compuerta de hierro y fui incapaz de emitir una sola palabra. Ni un sólo sonido. ¡Nada!




La mujer que tricotaba sin cesar, al percatarse de aquel eterno silencio, se giró a mirarme y sin inmutarse lo más mínimo, me quitó el papelito de las manos, movió el micrófono hacia ella y anunció el retraso con una tranquilidad pasmosa, retomando inmediatamente su tricoteo. Incluso diría que no dejó en ningún momento de tricotar.

“Adiós y gracias” fue lo único que acerté a decirle, después de un buen rato, cuando mi tráquea se recuperó. “Adiós, guapa…!” soltó con cierto rintintín.
Con mis tacones, mi gorrito y mi supuesto buen acento inglés, salí por la puerta y no volví jamás. ¡Qué patético fracaso…!
Después de ese chasco, la idea de mi programa de radio voló más rápido que ninguno de los aviones que vi despegar aquel verano.
 

Con estos antecedentes entenderéis que el primer día que escuché a las chicas de Ibiza Family Magazine decir mi nombre por la radio, me ruborizara, aun estando sola en casa. Mi mente imaginó que eso sonaba en radios de coches, de tiendas, de oficinas, incluso en un transistor frente a un gran ventanal junto a una mujer tricotante… ¡Qué impresión!


A “Ibiza Family Magazine” le auguro una larga vida. Está hecho con amor, con buenas ideas, con alegría y con empuje. Una página así es algo que hacía mucha falta en la isla. Tienen sugerencias, manualidades, información de tiendas, restaurantes, excursiones…  Enseñan la Ibiza de andar por casa, la que mucha gente cree que ni siquiera existe.


En cuanto a mí, me conformaré con escribir. Por ahora, escribiendo, no se me ha cerrado nunca la tráquea.



Aquí os dejo el enlace a la página:


8 comentarios:

  1. Otra vivencia tan maravillosa como todas las que tienes a bien compartir con nosotros.
    De nuevo me alegras el día.
    Un beso enorme.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Eres amorosísimo! por eso te quiero tanto y te doy mi corazón. Tómalo, tómalo tuyo es y mío no. :)

      Eliminar
  2. Eso de quedarse en blanco delante del micro nos ha pasado a todos alguna vez. Todavía estás a tiempo de volver a intentarlo. Beso

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Creo empezaré probando con una grabadora. :)
      Gracias por los ánimos.

      Eliminar
  3. Como no sé en qué modalidad escribir esto, pongo lo de anónimo. Pero soy tu Julillo, que, por fin, entro a leerte por aquí. Enhorabuena, guapa, me gusta mucho la anécdota y la forma de contarla. Besos.

    ResponderEliminar
  4. me encanta leer lo que escribes.sigue aciendoloy si es posible mas a menudo un besito

    ResponderEliminar