miércoles, 28 de noviembre de 2012

Querer sin demostrarlo es igual a no querer


He llamado a La Consola, a mi Consi.
No tengo perdón. La quiero muchísimo. Mis amigos, la gente que me conoce bien, lo sabe  y los que no la han visto nunca, saben quién es por la de veces que hablo de ella… y en cambio, hacía años que no la llamaba.
Ella me ha perdonado, pero yo no me lo perdono.
Querer y no demostrarlo es como no querer. De qué sirve si no se nota. Si no se ve, ni se siente… No existe.


    - ¿Digamé?
    - !Consola!
    - (Silencio)
    - Consi...
    - (Silencio)
    - Consi! Soy Susana, tu tesorito. (Ella me llamaba así cuando yo era pequeña)
    - Lo sé. Te he conocío dehde'l principio. (Estaba llorando)


Hemos hablado de todo. Nos hemos puesto al día. Hemos recordado cosas. Nos hemos reído. Hemos llorado. Le he pedido perdón. Hemos insistido en cuanto nos queremos. He prometido ir a verla.
Tiene cerca de 90 años, si es que no los tiene ya. 
La quiero con toda mi alma, pero ¿qué importa? si a ella no le llega. 
Querer sin demostrarlo, es igual que no querer.

Consi vino, de su pueblo a Madrid, directamente a mi casa. Antiguamente se hacía así. Las chicas de los pueblos iban a las ciudades a servir. Jovencitas, sin saber nada de la ciudad, sin saber a dónde iban exactamente. En el mejor de los casos, tenían referencias del tipo “es una buena familia”. Qué duro.
Cuando llegó, encontró que había muchísimas cosas completamente nuevas. Nunca había visto una bañera, ni mucho menos un teléfono. Creo que también encontró a una familia que se convirtió en su familia.
   
La historia del teléfono la recordaban siempre mi madre y ella muertas de risa.
Mi madre le explicaba - Consi, esto es para llamar a la gente y poder hablar. Cuando suene hará un rin-rin-rin entonces usted lo coge y dice “¿Dígame?” – 
Para ensayar, salía mi madre a la calle hasta la cabina más cercana y llamaba a casa.
- rin-rin-rin-rin-rin…….. (Nada. Volvía a casa).
- Consi, ¿no ha sonado?
- Sí, ha sonado variah veceh, así como un timbre…
- Consí, cuando suene lo levanta y dice “¿Dígame?” Soy yo la que llama. Oirá mi voz….
Volvía mi madre a la cabina, volvía a llamar, y así pasaron la mañana, yendo, llamando, viniendo, rinrines, silencios,... hasta que por fin Consí se atrevió a contestar y dijo un muy serio "¿Dígame?" y acabaron charlando al teléfono.
No es fácil, de pronto, enfrentarse a un aparato absolutamente desconocido.

Consi, no sabe “ni leé, ni'ehcribí” así dice ella a todo el mundo. Hasta me lo volvió a decir a mí ayer como si yo no lo supiera de siempre.



Llegó a mi familia bastante años antes que yo. Vivió mi nacimiento como si fuera su embarazo y su parto. Me cuidó y me trató como si fuera su hija. Me besaba, me abrazaba, me achuchaba, me mimaba. Me hacía a escondidas pan frito con azúcar, me preparaba fuentes de arroz con leche. Los domingos me despertaba diciéndome al oído muy bajito “Tesorito, voy a por er pan. ¿Quiereh que te traiga un Donu?”  Yo abría los ojos y la sonreía de oreja a oreja y ella se reía y me besaba toda la cara. Recuerdo su piel fina, sus dientes blancos y pequeñitos muy bien ordenados, su olor.
Me encantaba estar con ella en la cocina. Yo hablaba y ella iba de cacerola en cacerola con su delantal impecable riendo a todo lo que yo le contaba.

Ayer me dijo algo que me llegó directo al alma. Le conté que ahora no trabajo, que soy ama de casa, pero que lo hago todo muy bien, que tengo la casa muy limpia y que cocino todos los días y muy rico. Empezó a reír a carcajadas y me dijo con una voz especial “Ay mi Susanita, veo que ereh la mihma….”. ¿Realmente seré la misma? Igual no hay tanta diferencia entre esa niña que charlaba en la cocina y yo.

Hace años vino a Ibiza. No sólo fue en avión por primera vez, sino que vio el mar. No le impresionaron ninguna de las dos cosas. “!Tanto que dicen der mah!…. Sí… Mucha agua….Pue’he'hasí como un río pero mah'ancho….” 

!Ay mi Consola! Podría seguir y seguir hablando de ella, de anécdotas, de sus dichos, de su forma de hablar, de su acento andaluz marcado y de mil cosas más. Todos los recuerdos son tan buenos que aún me hacen sentir peor por haberme portado tan mal.

Ella me ha perdonado...pero yo no. La niña del pan frito con azúcar no habría dejado pasar tanto tiempo.



(En una anterior entrada titulada "y así empezó todo" también hablo de ella.)


8 comentarios:

  1. Bueno .... Como "Anónimo Juan Luis Pereyra"
    Te digo que me encanta ... que grande eres chavala

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    1. Un beso, querido anónimo conocido.
      Muchas gracias de corazón, que lo tengo pelín a flor de piel desde ayer.

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  2. Me encanta Tut, eres un amor y ¿sabes una cosa? aunque tarde en llegar o en ser demostrado, cuando el cariño se siente y se entrega de veras tiene la capacidad de hacer desaparecer el tiempo.

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    1. Aunque sales como anónimo, creo que sé quien eres.
      Eso espero, pero qué pena haberlo perdido, así, a lo tonto.
      Gracias.

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  3. Ay Susana...eres mágica!!! Cómo transmites y ...cómo es que cada vez que te leo acabo llorando como una madalena??? Es de la emoción!! Si no sentimos, tampoco vivimos!! Tu sientes mucho, y das mucho y eso Consuelo lo sabe!! Siempre lo ha sabido!! Nunca es tarde para demostrar,nunca!! Un besazo enorme!!

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  4. Qué pena que salga "Anónimo" y no saber quien eres.
    Un beso y Muchísimas gracias.
    (El próximo texto será más alegre, así también reímos.)

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  5. Precioso y emocionante. Ahora serás tú quien le lleve a alguien un Donut a la cama. Besos.

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  6. Tienes razón. Se coge el relevo.
    Un beso, Almudena

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