jueves, 5 de abril de 2012

Y así empezó todo

Mi madre cuenta que había sido tan cobarde en los otros partos que conmigo se hizo la valiente y casi nazco en el coche de mi padre.  Él, que odiaba conducir y ella quejándose a cada bache. Qué dos piezas irrepetibles.


Afortunadamente, de las madres no se duda, pero lo cierto es que yo era la viva imagen de La Consola, La Consi pa' los amigos. Era la mujer que trabajaba en casa y que nos quería más que si nos hubiera parido.
“Ay mi tesoritooooooooooooooooo!!!!!!!!!!” me gritaba al oído con todo su amor, dejándome un prolongado y agudo pitido, igualito al de cuando se acababa la emisión de la tele por la noche.

La Consola, siempre le reprocha a mi hermano haberse tenido que ir aquella mañana, del hospital corriendo a casa, porque llamaron para avisar de que el niño andaba con fiebre. “Hay que vé que oportuno er niño…!”


Y en aquella casa del niño con fiebre, que resultó ser un hermano muy divertido, me esperaba un montón de gente por conocer. Allí siempre había gente, de todas las formas y colores, de todos los gustos, de todas las especies.  Me esperaba una hermana mayor guapa como ella sola, me esperaba otra rubia a lo Doris Day, me esperaban tías a cada cual más excéntrica y más adorable, una abuela marquesona y gallega, y una infancia tan llena que todavía, a estas alturas, tengo.

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