Hay gente que el destino se empeña en meter con calzador en
la vida de otro. Del porqué de esto no
tengo ni idea, quizás son sobrantes de fábrica y hay que ubicarlos en algún
lado. En mi caso es una mujer holandesa a la que conocí a principios de los noventa.
Por aquel entonces yo tenía una tienda y le compraba artículos que ella traía
de su país. Cierto es que tiene buen gusto, pero pronto me di cuenta de que no andaba muy fina
de la chota. Es de esas personas que siempre tienen problemas y si no los
tienen los provocan. Vamos, que o montan lío o no son nadie.
Cuando cerré el negocio pensé que al menos me había librado
de ella, pero no fue así. Matriculó a su hija en el mismo colegio que yo a mi
hijo, así que me la tragué MUCHOS años. Fueron años de huir de ella a diario,
de hacerme la despistada, la cegata, la seca, la de “¡uy qué prisa
tengo…!”. Ahora hacía ya un tiempo que
no me la encontraba.
El otro día fuimos Paco y yo al mar, a una playa muy grande
que como no es de arena sino de “codols”,cantos rodados, no va mucha gente y a
las ocho de la mañana menos. Anduvimos por aquellas piedras, hasta un lugar
apartado. Al dejar las cosas y asentarnos, nos dimos cuenta de que cerca había
una mochila y unas deportivas de hombre, pero miramos a todos los lados y allí
no había nadie.
Paco se puso a pescar y a lanzar y a disfrutar de la mañana
y yo me quedé sentadita en una roca oteando el mar intentando encontrar a algún
nadador, alguna cabecita entre las aguas. Según iba pasando el tiempo más
rápido iba mi imaginación y al seguir sin ver nada por aquellos lares, al de la
mochila le di por muerto. “¡Se ha ahogado!” sentencié para mí. Así que no me metí en el mar y eso que ya
empezaba a apretar el calor. Me imaginé nadando y encontrándomelo flotando. Me
imaginé gritando despavorida de pánico.
Me imaginé…. De pronto una voz con acento holandés me sacó de aquella pesadilla
y me metió en otra. ¡Era ella! La holandesa. Nadaba en paralelo a la costa hacia
nosotros. “¡Oye!” gritó con su estridente voz, “¡Deja de pescar que voy a pasar y
me da miedo!!!!!”.
Con lo grande que es el mar, con lo grande que es esa playa,
con lo grande que es el mundo, ELLA tenía que pasar justo por dónde estaba Paco
pescando. Paco me miró y mientras yo me
ponía la pamela y las gafas rápidamente para que no me reconociera le dije casi
susurrando “¡está loca! !La conozco y está loca! Allá dónde va monta un cirio”
Paco recogió la caña y ella nadando a braza, a dos centímetros por hora, pasó
de largo advirtiéndonos que en veinte minutos volvería. ”¡Haz tu vida!” le contestó Paco sin entender del
todo bien el absurdo del paseo lento e inoportuno de la rubia ni mis prisas por
camuflarme.
Entre el ahogado que no aparecía y la aparición estelar de
la petarda, seguí sentadita en mi roca pensando en lo rara que estaba siendo la
mañana.
Al poco, hacia el oeste, vimos tres cabezas. La de ella y
dos más. Dos hombres. Dos buceadores con arpón y sin boya en una zona protegida
en la que está absolutamente prohibido pescar así. Cuando salieron del mar y se acercaron a
recoger la dichosa mochila que desde hacía horas me tenía en vilo, les miramos
mal y no saludamos. Paco, por ilegales, yo, por ahogados resucitados. Pasaron, cabizbajos por culpables, y tampoco
saludaron. Estuve a punto de decirles
que casi llamo a la Guardia Civil, no ya sólo por la pesca furtiva sino por el
susto de pensar que se habían ahogado. ¡Qué cabreo! Con el calor que hacía, yo todavía
ni había metido un dedo en el mar por su culpa. ¡Ahogados de pacotilla….!
De nuevo se acercaba a nado la holandesa errante, A braza, a su ritmo y Paco volvió a recoger la caña para que la pesadita pasara de una
santa vez y nos dejara en paz.
Por fin me di un chapuzón. La pesada errante ya estaba lejos
y el ahogado ya estaba desahogado.
Al salir del mar vimos a lo lejos a la rubia petarda con dos Guardias Civiles. Comentamos que seguramente les habría llamado
por lo de la pesca con arpón. “Mira, igual, esta vez, su afán de lío no viene
mal…” comenté a Paco. Los dos guardias
se encaminan hacia nosotros y les vamos viendo acercarse muy uniformaditos,
pero con muy poco garbo. Andar por esas piedras no es cosa fácil.
“Buenos días, ¿Son ustedes españoles?” al contestarles que
sí se alivian “Menos mal, así es más
fácil. Perdonen, pero aquella señora les acusa de robo. Nos ha llamado diciendo
que se ha ido a nadar y mientras tanto le han robado todo su equipo de
“personal training”. Hemos venido hasta
aquí y al llegar nos cuenta que le han robado un vestidito y unas chanclas… ¿Podemos
mirar entre sus pertenencias? ” Paco y yo que estábamos a punto de decirles que
los furtivos del arpón se acababan de ir, no dábamos crédito a lo que escuchábamos.
Yo estaba indignada, cabreada, alucinada, asqueada, boquiabierta y por tanto callada.
Paco guardó el temple y les dijo “Miren ustedes lo que quieran, pero sepan que
hasta hace un momento, hemos estado custodiando una mochila de alguien que no
aparecía y ha resultado ser un buzo con arpón. Esta zona está protegida. Pensábamos
que venían ustedes por eso.” El hombre
ni miró nuestras cosas y se disculpó “lo siento, es nuestro trabajo…” Les
comenté que la conocía y que estaba como un cencerro. Asintieron discretamente
con la cabeza y tras disculparse de nuevo se fueron con el mismo desgarbo,
piedra a través, con el que vinieron.
Intentamos olvidarnos del tema aunque era imposible ya que,
al mirar a la derecha, vemos a la petarda errante venir descalza dando tumbos descontrolados por las
piedras. Al llegar a nosotros, nos dice con su voz gallinácea y su acento
holandés, “Perdona, pero….” Y ahí Paco la corta, “¡No perdono NADA!!!! Tú nos has
acusado de robo, así que ¡largo de aquí!!!” , “Pues la Guardia….”, “ ¡Fuera!!! ¡Estás loca!”, “¡La Guardia Civil quiere inspeccionar tu coche!!!” “Pues que vengan ellos a decírmelo. A ti no
tengo porqué hacerte caso. ¡Estás de frenopático!” (Paco dijo más cosas, pero
como no son muy finas no las voy a escribir). La errante se dio la vuelta para
emprender camino y fue patético. Su culo era igual que un globo después de una
semana de haber sido inflado. Las carnes
de las nalgas que descolgaban de su bikini iban de aquí para allá al tun-tun de
las piedras e incluso del aire… pobre, yo la recordaba piradísima, pero con
buen tipo.
Y nada, allí a lo lejos vemos que coge el relevo uno de los
Guardias y que viene de nuevo hacia
nosotros. Ya me daba la risa esa pasarela Cibeles tan empedrada. Todos tardaban
mucho en llegar a nosotros y nosotros no nos movíamos del sitio. ¡Estaría bueno!
El pobre guardia, joven, educado, sudoroso y harto, nos dice que si no nos importa abrir el coche “para
acabar de una vez por todas con esto…. ni he desayunado todavía!” Se disculpaba todo lo disculpable “es mi
trabajo, no puedo no hacerlo”. Propuse recoger y así ya nos íbamos y el guardia
me dijo muy tajante que no, que por favor disfrutara de la playa. Paco le comentó que por supuesto que abriría
el coche, siempre que ella no estuviera delante.
No hizo falta, la rubia errante, salió huyendo entre los pinos al ver a
Paco. Por lo visto había escondido el coche para que no se lo robáramos, según
dijo el Guardia Civil con cara de hambre y desconcierto. Paco abrió el nuestro
y ellos ni miraron. “Todo en orden y perdone. Por cierto, la señora dice
también que huye porque usted le ha hablado mal y la ha enviado a la mierda”
“No, no la he enviado a la mierda. ¡Le he dicho algo muchísimo
peor!”
Y con las risas, se fueron los dos guardias a desayunar, por
fin.
Al final los únicos que disfrutaron tranquilamente de
aquella mañana de mar fueron los ahogados, con delito incluido. Qué cosas, cuatro que eramos y qué desavenidos...
La vida a veces te pone holandesas errantes y plastas en tu camino pero, me vais a perdonar Paco y tú, ¡no sabes cuánto disfruto con tu forma de contarlo! Algún dios caprichoso os cruza con estas tipejas extrañas en playas de còdols en las que los guardia civiles parecen bailarinas cojas. ¿Por qué? ¿Para qué? Para que tu lo escribas.
ResponderEliminarDestacaría una decena de frases, pero me quedo con esta: "el ahogado ya estaba desahogado".
el puto ahogado! casi lo ahogo!!!! :)))))
Eliminarhayyyy Susi que mala suerte y que bien contada la historia me la he imaginado TODA!!!!!! besos
ResponderEliminarun beso, Anahí!
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar¡Me meo con la holandesa! Soy muy fan de mi primo. Una vez en esa misma playa de códols le dijo a una innombrable todo lo que yo llevaba años callando y me hizo tan feliz....
ResponderEliminarYa le preguntaré. No me quedo sin saber esa anécdota! :)
EliminarGenial Susana!!Siento mucho que os arruinasen la mañana de mar pero...igual ahora os habéis librado de la holandesa definitivamente.A veces pienso que las casualidades no existen... besos!
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