Vivo en un valle al noroeste de una pequeña isla del
Mediterráneo. Aquí la vida pasa en calma, al ritmo del sol.
Algunos días al año, muy pocos,
se ve la península en el horizonte. Es una franja estrechita, de color azulado,
posada en una parte de la línea que separa el mar del cielo. Para los que
vivimos en este valle, el mundo es algo que está muy lejos.
Aquí nació Toni Fill (Toni Hijo).
Le llamamos así para diferenciarlo de su padre que también se llama Toni y, cómo
no, le llamamos Toni Padre. Casi todos se llaman Toni y casi todas se llaman
Antonia.
Toni Fill conoce el valle al
dedillo. Cada campo, cada casa, cada árbol incluso cada coche que transita por
aquí. Todo lo mecánico le encanta y siempre anda liado con los tractores y los
arados y los motores…
Toni Fill y sus máquinas |
Una tarde, como muchas, vino a
charlar un rato. Justo estábamos
buscando en Google Earth un lugar en
Australia donde estaba un amigo viajero. Lo estuvo viendo con nosotros sin
decir nada, en silencio, prestando mucha atención, pero sin asombro. “Toni, con esto podemos ir a donde quieras. ¿A qué sitio del mundo te gustaría ir?” sin
dudar un instante contestó “Aquí, al
valle”.
Fuimos girando el globo terráqueo
hasta llegar a España, concentrando la imagen hasta la isla y concentrándola
más aún hasta ver el valle. En cuanto lo vio nos fue dirigiendo por la carretera,
como si fuéramos en coche. “Coge a la izquierda, sigue… !Ya!” Habíamos llegado a
casa. Nos reímos los tres a carcajadas. La foto había sido tomada un día que
estaba descargando el camión del agua. Allí estaba “Pepe el del agua” tan gordote. Se
le veía perfectamente. Quien le iba a decir a Pepe que un satélite le estaba
inmortalizando aquel agosto de aquel año tan seco en el que el pobre no paraba
de llenar pozos.
Toni siguió dirigiéndonos por la
carreterita que circunda el valle, hasta los terrenos de su padre. “Coge por
aquí, sigue recto, gira a la derecha, a ver…. !Para! ¿Se puede ver mejor?” Concentramos la imagen al máximo. Se acercó
más a la pantalla, miró muy atento, muy serio, casi un poco preocupado y empezó
a contar “Uno, dos, tres….veinte….” siguió contando y de pronto levantó la voz
diciendo “Se lo dije a mi padre. - !Se te
han muerto unos olivos! - y él empeñado
en que no” . Nos quedamos en silencio.
Acabábamos de estrenar internet y él ya le había sacado más partido que
ninguno de nosotros.
Me pareció todo tan tierno, tan
la vida, tan terrenal que Australia se fue más lejos que nunca, tanto como
Marte o Júpiter.
El mundo es eso que está lejos,
muy lejos.
Al cabo de muchos días, estaba
sola en casa, sentada en el porche y apareció Toni Padre.
“¿Que estás sola?” (Aquí se usa el “que” al principio de algunas preguntas. También,
siendo hombre, se procura no entrar en
la casa “si s’home no hi és i està sola sa dona” - si el hombre no está y está
sola la mujer) “Sí, estoy sola ¿Por qué,
Toni?, ¿Necesitabas algo?” “Noooo….. qué
vaaaa!..... Ya volveré en otro momento…... “
. Él, como siempre, miraba a
cualquier cosa menos a mí y yo, como siempre, le miraba a él. Insistí “¿De
verdad que no quieres nada? ¿Pasa algo?” Prolongó mucho el no queriendo quitar importancia a su visita “Noooooooo….. Si era sólo por ver la maquina esa que
tenéis” No entendí y pregunte extrañada “¿Qué máquina, Toni?”
“La Máquina de Contar Olivos ………….. pero ya volveré en otro momento”.
Y ahí me dejó, sentada en el
porche, con una sonrisa en el alma y la maravillosa sensación de tener en casa "Esa
máquina tan mágica".